No sé si habrá mucha gente que conozca -o recuerde- este manga, publicado por Norma allá por 1995 (¡más de 20 años ya, como pasa el tiempo!). Se canceló después de tan solo 11 números, pero al menos tuvo tiempo de darnos a conocer uno de los comics más peculiares que se hayan hecho jamás. Y lo digo así en general, no hablando de comics nipones en exclusiva.

Esta es, que yo sepa, la única versión occidental que existe de la serie, lo que la hace aún más especial.

Pero ¿qué tiene de extraordinario Gamma? Pues precisamente, y aunque parezca contradictorio, que se trata de la historia del día a día de un “hombre normal”, así, con unas comillas enormes, porque pronto veremos que el protagonista es más raro que un perro verde, pero... ¿no lo seríamos todos si nuestros pensamientos e intimidades quedasen expuestos y fuesen analizados al detalle? ¿Cuántas cosas que creemos perfectamente normales y a las que estamos acostumbrados serían rarezas para nuestros semejantes?

Gamma Teruo, de 39 años, es un humilde dependiente de Kooda, unos grandes almacenes de Tokio. Casado, con un hijo, y poseedor de un físico muy particular y unos pensamientos y una manera de razonar aún más peculiares, que le llevan a menudo a reaccionar de la manera más inesperada.

Gamma protagoniza, además, unas situaciones descacharrantes que pillan por sorpresa a aquellos que le rodean -y de paso al lector, al que probablemente se le escapará alguna carcajada en el momento más inesperado-.

Capítulo a capítulo vamos conociendo como es la vida cotidiana de este hombre –básicamente una buena persona decidido a mejorar-,  centrado principalmente en el trabajo y en el hogar, aunque gracias a los numerosos flashbacks que salpican la historia también nos enteramos de como conoció a su mujer (y los problemas que todavía tiene con su suegro, un famoso presentador de televisión), su noviazgo o  su época universitaria (impagable su “outfit” de entonces, con taconazos, pantalones de flecos y un peinado imposible). También vemos diferentes episodios de su infancia y como el pequeño Teruo, al que todo le parece extraño y sorprendente  -¿no te has sentido así a menudo mientras crecías?- va aprendiendo “las cosas de la vida”.

El cómic además nos permite conocer aspectos de la cultura japonesa y costumbres que ya nos pueden parecer chocantes de por sí, pero a la larga se acaba imponiendo el lenguaje universal de los sentimientos. No solo los “grandes sentimientos”, el amor, ya sea conyugal o paternal, o la amistad, que también los hay y mucho, en esta serie. Pero queda hueco -mucho- para otros. La vergüenza, por ejemplo, el cómo se ve uno mismo frente a los demás, la relación con el propio cuerpo y con el de los otros...  Muchas de las situaciones se generan por los aspectos físicos más ordinarios del cuerpo humano, sin excluir ventosidades y otros temas insignificantes pero comprometidos de los que normalmente no se habla (ya dije que era un comic fuera de lo común... en muchos sentidos).

En el aspecto gráfico, la serie es bastante atemporal. Tiene un dibujo eficaz en el que priman las expresiones de los personajes, ya sean faciales o corporales, muy logradas y tremendamente comunicativas; en ellas reside, en buena medida, la gracia y la eficacia de los gags. El estilo sólo se aparta de un cierto realismo que en principio no llama demasiado la atención cuando se trata de retratar al protagonista, que acapara, él sí, ilustraciones a toda página en la que su físico exuberante parece querer romper la cuarta pared.

Lo que importa sin embargo, a fin de cuentas, y en este comic más que nunca, son las historias. La de Gamma es de esas que por chocantes que puedan parecer al principio, son reconfortantes y divertidas a la vez; te alegran el día y te hacen sentirte bien.

Se recomienda leer de vez en cuando como medida terapeutica. .P